viernes, 26 de septiembre de 2008

EL CURA DE PUEBLO



Corría el año 1951 y un jovencísimo Domingo Benavides acababa de ordenarse sacerdote en la prestigiosa Universidad Pontificia de Comillas. Mientras permanecía a la espera de destino en su pueblo natal de Grandas de Salime, nada le hacía presagiar que en los despachos del Obispado su nombre se barajaba para uno de los rincones más perdidos de Asturias... Si había una diócesis "infernal" por pobre y por mal comunicada, esa era sin duda IBIAS...

Cuando por fin le llegó el nombramiento su madre estalló en lágrimas. Le habían adjudicado, nada más y nada menos, que cuatro parroquias en el Concejo: Alguerdo, San Clemente, Tormaleo y Taladrid.

Así que, cargado con ligero equipaje, algunos libros y mucha, muchísima fé, se dirigió en el mes de septiembre de 1951 en el "coche de línea" hasta Cangas de Narcea. Desde allí en una camioneta abierta hasta San Antolín, donde tras pernoctar, continuó el viaje a caballo acompañado por el cartero hasta Casa Sena en Alguerdo. Allí pasó la noche para dirigirse a pie al día siguiente a Villar de Cendias donde se alojaba el párroco D. Luis Pola al que venía a sustituir.

Cuenta que al llegar a Casa Natal y mientras esperaba por el párroco, no podía dejar de pensar en lo recóndito de su destino y en la pobreza que le rodeaba, contemplando a los niños que desnudos y descalzos, cubiertos únicamente por el polvo y suciedad de los caminos, jugaban en la calle. D. Luis Pola, hombre pragmático, le animó a su llegada con las siguientes palabras: "¿Ves esa sotana que tengo ahí? Pues la cuelgo para acordarme todos los días al levantarme de que soy cura."

De esta forma comenzó sus andanzas por Ibias D. Domingo Benavides. Tras una breve etapa alojado en Casa Castellano de Alguerdo, trabó amistad con mi abuelo Salustiano y decidió mudarse a la Casa del Roxo, donde pasaría el resto de su estancia en el Concejo.

La vida entonces en estos pueblos era de todo menos lujosa. Mi abuela se encargaba de cocinar y de lavarle la ropa. Todavía recuerdo cómo Tita nos contaba lo elegante que iba D. Domingo "que daba gusto verlo, con su alzacuellos y su sotana que no levantaba ni para cruzar los charcos". También cómo de vez en cuando le tenía que hervir toda la ropa para acabar con los piojos que cogía cuando iba a visitar a las familias más pobres.

D. Domingo recuerda con cariño las veladas en la lareira, alrededor del fuego, con mi abuela insistiéndole para que comiera antes de la medianoche ya que en aquellos tiempos todavía se guardaba el ayuno hasta después de decir misa. En el pueblo todavía cuentan entre risas cómo mandaba apagar la radio cuando se oía la voz de alguna cupletista cantando letras picaronas... Este extremo ha sido negado tajantemente por el interesado, como también la creencia, ampliamente extendida, de que alguna vez llegó de noche con los pelos como escarpias tras haber tenido un encuentro en el camino con las ánimas del purgatorio...


Lo que sí nos confirmó es cómo, ante la insistencia de mi bisabuelo, se vio obligado a aceptar un revólver con cachas de marfil que llevaba en las alforjas por lo que pudiera pasar. No hay que olvidar que eran tiempos difíciles y los curas entonces se desplazaban de día y de noche por oscuros caminos y veredas... El revolver no tuvo que utilizarlo nunca, pero en los pocos viajes que hizo a Oviedo, lo lucía orgulloso ante sus colegas para mostrar las dificultades a las que se enfrentaba en (nunca mejor dicho) "el lejano oeste".

Aquel lejano oeste en el que administrar la extrema unción era casi, casi algo de brujería "ay, non, eso a mia mai, non". .. y en el que las primeras comuniones y las confirmaciones se realizaban de forma masiva cuando el Obispo venía por la zona, ante la soterrada "amenaza" por parte de la Benemérita de dejarlos en tierra sin hacer las Américas ya que según les decían: "sin la confirmación, no embarca nadie".

Y fue precisamente la Benemérita, personalizada en una pareja de Guardias Civiles con tricornio y capa, la que se presentó el 1 de octubre de 1952 a la puerta de casa para llevarse a D. Domingo de Ibias. No para detenerlo, sinó por orden del Arzobispo, que habiéndole adjudicado un nuevo destino como Director espiritual en el Seminario, había llamado por radio al puesto de Tormaleo, preocupado por la ausencia del sacerdote, el cual no quería abandonar sus parroquias sin tener un sustituto antes de su marcha...



Mucho ha llovido desde entonces. Don Domingo tiene ahora 84 años. Acaba de pasar unos días en la zona y ha querido recorrer los pueblos y parroquias en los que vivió durante un año. Sigue siendo un buen caminante a pesar de los achaques de la artrosis y continúa teniendo una memoria prodigiosa, que nos ha ayudado a algunos a recordar y a otros a imaginar la vida aquí hace más de medio siglo.
De su estancia en aquella época no conservamos ninguna foto, pero sí de alguno de sus sucesores.

Foto: A caballo D. Constantino Rodríguez Arias. A pie, Emilio de Casa Sena en Alguerdo. Fecha aproximada: 1955.

Foto: D. Manuel Llanes Amor con los hijos de Pablo Cadenas de Taladrid (Paulino y sus hermanos). Fecha aproximada: 1953.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias María por la historia que nos has contado del cura,espero que sigas contando muchas más de esos pueblos que tu llamas el lejano oeste, yo recuerdo al cura de mi pueblo como alguien muy importante a quien esperabamos los sábados por la mañana en la escuela, todos los niños que íbamos ha hacer la primera comunión, venía para preguntarnos el catecismo, nos poníamos todos un poco nerviosos ante tanta autoridad.

Anónimo dijo...

¿ He dicho que me encanta este blog ? Pues sí, me encanta.

Manolo dijo...

Muy bueno el reportaje, muchas gracias Maria por traernos estas historias de nuestro pasado

Elo dijo...

Bien redactado si, aunque según tengo entendido, los piojos no huyen del dinero, si no de la suciedad, razón por la que no era necesario ser pobre para tenerlos..