miércoles, 12 de mayo de 2010

EL INTERIOR ES LO QUE IMPORTA


Al igual que con las personas, aunque el exterior es lo que luce, el interior es lo que verdaderamente importa. Y para conseguir que un lousado luzca reluciente y cumpla su función de forma efectiva, nos tenemos que ocupar con mucho mimo de su interior. Las pizarras, para que no se deslicen del lugar en el que van colocadas, tienen que ir fijadas a la estructura de madera que hace de soporte. Esta fijación es la que permite cubrir todo tipo de pendientes, incluso aquellas más acusadas.


Para realizar esta función, antiguamente se utilizaban unos pernos de madera, vulgarmente conocidos como "PINOS". Cada una de las lousas debía ser previamente agujereada con mucho cuidado para poder insertar estas piezas fundamentales. Además, en la estructura de soporte de madera, había que hacer también un agujero con berbiquí después de marcar el lugar exacto coincidiendo con el agujero de la lousa. Esto suponía un trabajo extra nada desdeñable, y más si tenemos en cuenta el espesor de alguna de aquellas pizarras y su considerable tamaño, que en algunos casos obligaba a realizar un mínimo de dos agujeros en cada pieza.






Actualmente, los clavos de acero han solucionado este problema, ya que permiten fijar la pizarra a la estructura de madera sin necesidad de realizar agujeros previos ni en la lousa ni en la madera. Cada pizarra va sujeta por un mínimo de dos clavos en su parte superior. Esta zona quedará luego cubierta con la siguiente fila de pizarras, lo que además de ayudar a fijar las lousas anteriores, contribuye a evitar cualquier tipo de filtración.




No siempre el progreso está reñido con la tradición.

4 comentarios:

La Marquesa dijo...

Con lo entretenido que tenía que ser el hacer los "pinos"...
Yo creo que en la Casa del Roxo teníais que conservar las tradiciones.
Seguro que el lousado no va a durar tanto con las puntas como duró con los pinos.
Tiempo al tiempo. Se verá.

María del Roxo dijo...

Yo creo que a la Marquesa, que parece bastante ociosa, se le daría fenomenal este noble arte de hacer los pinos. Si desea Su Excelencia contribuir...

La Marquesa dijo...

Si es para trabajar, lo siento, estoy de vacaciones.

El Trasgo del Cadavín dijo...

Visto así, parece una tarea lenta y pesada, pero no es para tanto. Las tablas se serraban con el grosor correspondiente al agujero hecho en las ripias; luego se marcaba con un compás la anchura de los listones en la tabla y a serrar. Cuando se tenía la longitud necesaria para los pinos, se le daba un corte trasversal y salían 14 ó 15 de cada vez. Con un "broso" bien afilado, se le mataban los cantos de la punta y ya está.
Así me lo explicó un carpintero llamado Carballo de Rao que durante años recorrió la Montaña arreglando carros, molinos y también serrando. Tenía su sede de operaciones en el Palacio de Tormaleo y cuentan que durante años guardó, en el desván de su casa, la caja con la que le enterraron, hecha de su mano y con las mejores tablas de castaño bravo.
También dicen que dejó una bolsa de cuero llena de pesetas sueltas, para invitar a cada uno de los asistentes a su funeral a un vaso de vino a su "salud"
Creo que, en Rao, tenían los del Roxo algún pariente que quizá pueda dar fe de lo que digo.
Qué personajes más inolvidables.
Por un pouco