lunes, 9 de enero de 2012

VIAJE EN EL TIEMPO (II): EL BAO


Dejo atrás Sisterna, encaminándome al cercano pueblo de El Bao. Lo primero que encuentro es un buen comercio -medio taberna también- que atiende Domingo González Gabela. Hay algún cliente copeando, e imito. Se oyen ruidos de barrenos en obras próximas. Cuando repito la copla que me dijeron en Tablado:

"Cesteros" en Rebollar,
"madreñeros" en Tablado,
"zapateros" en Sisterna
y para "sastres" El Bao.


estallan las gentes de la taberna en risas, porque: "Es verdad, es verdad, aquí está precisamente un sastre de El Bao", y me muestran a un hombre menudo que sonríe más cohibido que decidido sintiéndose objeto protagonizante. Se prolongan unos momentos de confraternizada charla. Para satisfacer mi ilusión en la rebusca y logro de datos folklóricos, se ofrece un hombre que me conduce a cierta casa. Hay a la puerta de ésta dos conatos de mujeres; una por lo menuda -consumida, flaca- y la otra por lo enana; se va aquella y queda ésta con mucho remango en su decir, pero resultando insustancial y vacua su palabrería; habla de todo; entrevera cuestiones; mezcla asuntos; aunque tiene cocina de carbón, emplea también como hogar, la piedra que hace de base en las coladas; me muestra una fiambrera, de las hechas por los cunqueiros, se la quiero comprar y no sabe qué pedir.


Voy a ver al único hombre del pueblo que posee torno para hacer los cuencos. El aparato está desarmado; la familia del dueño quiere explicarme su funcionamiento, pero lo desconoce; llega por fin el amo, es decir, Valdovino; él y su hijo son, puede decirse, los únicos cunqueiros existentes en la actualidad; su hijo sabe hacer también unas madreñas diminutas, que sirven de adorno, o como porrones. Les hago un encargo, pero exijo que la "fiambrera" lleve los grabados característicos, entonces me dicen que con dibujos no las suelen hacer, pues para la utilidad de su empleo casero, maldita la falta que hacen los tales grabados o dibujos. Valdovino solía pasar siete meses en Cáceres, donde llevaba solamente los hierros necesarios para el futuro trabajo. Las escudillas que aquí hacen, las llaman "concas" en Galicia, dornillos en Andalucía, orteras en La Bañeza, cuencas en Extremadura. En los desplazamientos de tales artesanos, tiene origen el lamentador cantar de las esposas:


Los cunqueiros vanse, vanse,
las cunqueiras tchoran, tchoran,
¡ay! de mí, triste aburrida,
¿con quien voy dormir ahora?


Y refiriéndose a la ausencia que duraba desde Septiembre u Octubre hasta Mayo, estas coplas:


Adiós pueblos de Tablado,
cuando te volveré a ver,
cuando las hierbas del campo
vuelvan a reverdecer.

Adiós pueblo de Tablado,
de espaldas te voy mirando,
la salida será pronto,
la vuelta sabe Dios cuando.

Hay que señalar, asímismo, que estos artesanos usaban una jerga particular, llamada Tixileira.

Uno de los refranes recogidos en El Bao, dice: "Muyeres de Tablado y vacas de Larón, en mió casa non"; pero lo curioso es que el mismo refrán me lo habían dicho en Tablado, solo que entonces los de este pueblo lo comenzaban: "Muyeres de El Bao...". Otra paremia: "Lugarinos de Sisterna, prados y huertas, lugarinos de El Bao, potes y a vueltas". En tales pueblos palatalizan la y: realizaron estudios sobre el dialecto de esta comarca Manuel Menéndez García, Lorenzo Rodríguez Castellano y José Fernández.


(*) Ruta: Suroeste de Asturias. Luciano Castañón. 1965

4 comentarios:

Xastre dijo...

Es de destacar la buena descripción que hace Castañón de oficios, paisajes y las situaciones vividas. Pero resalta la mordacidad con la que, en general, describe personas y sus actitudes, un poco al estilo de Eugenio de Salazar, aunque sin llegar a los extremos de éste.
Por otra parte, aunque Castañón hizo el viaje en 1965, la tercera parte fue editada por el RIDEA en 1969 con el título mencionado en la entrada, mientras que las dos primeras salen como "Ruta: Sudoeste de Asturias".

El Bao dijo...

Si que es raro esto, ¿Quien sería el hijo de Valdovinos?. Los sastres del Bao no llegué a conocerlos, pero modistas y costureras, si que recuerdo a la "Tía Segundía", con su máquina de sobremesa y que manera de darle al rabil con la mano, que agilidad tenía para su pequeña estatura, también la recuerdo con el gancho de la cocina en la mano para alcanzar las manillas de las puertas y poder abrir los armarios más altos. Araceli nos hacía los vestidos para la fiesta del Carmen, igual que su madre Teresa y su tía María, también habían sido costureras, tengo entendido que se desplazaban hasta los pueblos limítrofes como La Viliella con su máquina de coser en la cabeza.

María del Roxo dijo...

Magnífico apunte, Celia. Las máquinas de coser no debían ser precisamente muy ligeras entonces. Pobres mujeres!

Xastre dijo...

Teresía y Marinía estuvieron varias veces en La Viliel.la. En una de ellas, Teresía estuvo en casa de El Xastre haciéndole un vestido a mi abuela María de una tela azul que había comprado mi tía María en Madrid en los años 50.