domingo, 12 de abril de 2015

RINCONES DE ARANDOXO (IBIAS)


ARANDOXO siempre ha sido un lugar mítico para mí. Cuando éramos pequeños, los abuelos bromeaban con el futuro reparto de la herencia. El nieto mayor, el meirazo, heredaría la casa del Roxo; a la pequeña le correspondería como mucho el molino y quizás la cabana de Xoncelos; a mí, que soy la mediana, me tocaría heredar la casa del Arandoxo, una casa que está en Villaoril pero que fue bautizada así porque en ella vivieron unos caseros que provenían de aquel misterioso y remoto lugar.

Hace unos años, cuando el dinero de Europa corría como la espuma, la Administración se gastó un pastón en (supuestamente) señalizar y acondicionar numerosas rutas excursionistas por la zona. Una de ellas, la pomposamente bautizada como «Ruta de los Ancares» conduce, o debería conducir, desde Folgueiras de Boiro hasta Pelliceira por uno de los valles más salvajes y bonitos de Ibias, pasando en su recorrido por Arandoxo. Lamentablemente, las rutas se diseñan en los despachos, la naturaleza tiene la odiosa manía de crecer, y los senderos resultan impracticables a los pocos meses si alguien no se encarga de su mantenimiento periódico. Viene esto a cuento porque, a pesar de lo que digan las guías y los folletos, la «Ruta de los Ancares» lleva años intransitable y sigue, a día de hoy, impracticable para el senderismo. Así pues, quien desee conocer Arandoxo, puede (y debe) acercarse en coche siguiendo la carretera que conduce desde Folgueiras a Pelliceira, lo cual resulta más prosaico pero, sin lugar a dudas, más práctico y eficiente.  

El entorno de esta preciosa braña, cuya andadura en la historia evolucionó desde una ocupación meramente estival hasta llegar a ser un núcleo poblacional habitado de continuo, es motivo suficiente para acercarse a conocer el lugar. Sus actuales construcciones, vestidas de gris cemento, pueden decepcionar y desilusionar al visitante, pero quedan restos (cada vez menos) de cabanas y pallozas que un día estuvieron cubiertas con teito de centeno. Unas pallozas en las que, si alguien con dos dedos de frente, hubiera invertido la décima parte de lo que se gastó para promocionar una ruta que no existe, se habrían convertido a día de hoy en un excelente reclamo turístico.

Después de esta perorata (lo siento, pero tenía que soltarlo), os dejo con la magia de Arandoxo y os recomiendo subir a descubrirlo... eso sí, en coche.















1 comentario:

Manolo dijo...

Este pueblo que lleva mi apellido me acuerdo el dia que cayo un rayo y quemo el pueblo se veia el humo desde mi pueblo despues de eso solo quedaron 2 casas habitadas,la otra gente se fuè del pueblo,gracias Maria por poner las fotos para ver nuestros pueblos