miércoles, 15 de julio de 2009

EL MUERTO AL HOYO...



"Home… deixame que che diga ua cousa: ahora os enterramientos non son o que eran…

Cuando yo era un neno, el cementerio era mucho más pequeño que ahora y moría mucha más gente. También es verdad que antes había mucha más gente en los pueblos… El caso es que cuando alguien moría, como no había espacio para enterrarlo, había que sacar primero los huesos de los que le habían precedido. Primero se cavaba hasta encontrar los restos que quedaban, normalmente los huesos más largos: algún fémur, la calavera, algún jirón de ropa. Se sacaban del fondo y se colocaban al lado del montón de tierra excavada.

Luego venía el nuevo muerto. Si tenía medios, en una caja de madera de pino. Si la familia no tenía para la caja, pues envuelto en una simple sábana de hilo o en una manta. Se depositaba con cuidado en el fondo del hoyo; se rezaba el responso y a continuación, a paladas, se echaban encima los huesos de sus ancestros, antes de taparlo todo de nuevo con tierra santa.

Todavía tengo fijo en la memoria el eco sordo de las calaveras cuando caían sobre la madera del ataúd… y las calaveras que durante años adornaron los huecos en el muro del cementerio… que cuando venías de Villar de Cendias eran las primeras que te saludaban al llegar a Taladrid. Allí estuvieron hasta que un cura de esos modernos decidió que había que quitarlas...¿qué mal le harían a él si siempre habían estado ahí? Eran otros tiempos… Sí, sin duda, otros tiempos…"


Migio Ventura

6 comentarios:

La Marquesa dijo...

Gran relato de Migio!
Es cierto que las calaveras que estaban en los huecos del muro del cementerio marcaban la frontera del "más allá".
Salir del prado de la iglesia y empezar a bajar el camino, era demasiado "fantasmal" para los niños que jugábamos al escondite.
Las calaveras blancas y relucientes parecía que te miraban permanentemente.
De todas formas, las echo de menos.
¡A ver quién era el que se atrevía a pasar por allí de noche!
De todas formas, los espíritus, aunque les hayan quitados sus calaveras, siguen vagando por el campo santo (que lo sepáis)

EVA dijo...

Escalofriante relato. Yo nunca podría ser enterradora o desenterradora vamos que yo pal hoyo ni muerta. Prefiero la incineración. Un saludo

El Bandido de Tormaleo dijo...

Si tanto respeto hay... es que algo debe de haber en ello. O no? Y si no, seguimos siendo tan costumbristas y susceptibles que nuestro subconsciente no nos deja estar tranquilos.

Venturia-Alguerdo dijo...

Visita obligada para mi anualmente, es la del cementerio (muy descuidado, por cierto) de Alguerdo... A mi, por raro que pueda parecer me gustan...

Gonzalo de Suárez dijo...

Recuerdo las cruces en el castaño que hay debajo del cementerio, el cruceiro, pero no las calaveras y menos mal, porque con el respigo que me dan esas cosas...

Anónimo dijo...

este blog es como las flores silvestres, tiene relatos cortos pero de una hermosura y color sin igual. pero de las fotos sólo puedo decir esto:

sublime.

(Del lat. sublīmis).

1. adj. Excelso, eminente, de elevación extraordinaria. U. m. en sent. fig. apl. a cosas morales o intelectuales. Se dice especialmente de las concepciones mentales y de las producciones literarias y artísticas o de lo que en ellas tiene por caracteres distintivos grandeza y sencillez admirables. Se aplica también a las personas. Orador, escritor, pintor sublime.

mr. blue