lunes, 6 de junio de 2011

LAS SIETE VIDAS DE POLICARPO (I)

- DE TAL PALO, TAL ASTILLA -




Tiene nombre de tebeo, mirada de cow-boy y la sonrisa pícara del que aún se sabe buen mozo. Heredó la fortaleza paterna; goza de una memoria de historiador y de salud de hierro. Le faltan apenas dos años para completar un siglo y sus ojos, a pesar de la niebla de sus incipientes cataratas, todavía muestran una chispa de rebeldía ante las contradicciones de ese mundo que le tocó en suerte vivir. Pasa sus días en la costa, alejado de las montañas que fueron su cuna y refugio durante sus andanzas de postguerra. Por las mañanas, un corto paseo hasta el parque, del brazo de su inseparable Rosario; por las tardes, la telenovela y la partida. Nunca falta un café para las visitas y un chupito de lo que se tercie para desgranar más fácilmente tantos recuerdos y vivencias.

Poli tiene siete vidas y, como a buen vaquero que se precie, la muerte le resbala. Nunca le ha preocupado demasiado morir. A todo se acostumbra uno cuando ha pasado años caminando por el filo de la navaja y ha mirado repetidas veces a los ojos a la temida señora negra. Policarpo Rivera Llamas es un hombre normal, pero con una vida de película. Un hombre al que las circunstancias condujeron a un callejón sin salida donde no le quedó más remedio que defenderse como gato panza arriba, maullando, arañando y ronroneando, según la circunstancia lo requería. Un hombre, en definitiva, que aunque ha caído muchas veces, siempre supo aterrizar de pie.



Para entender de qué palo viene la astilla, hay que comenzar por conocer el árbol de proveniencia y si éste se llama Paulino, llevaremos ya un buen trecho del camino recorrido. A quien no sepa del susodicho personaje, le recomiendo una rápida lectura de la vida de este hombre del renacimiento, que sin saber leer ni escribir, forjó toda una leyenda que aún continúa viva en la Montaña de Ibias. Durante más de treinta años compartió techo con su familia y con la de don Manuel en la casa del Roxo de Villaoril. Esta casa, al igual que todas las propiedades, había quedado seccionada años antes en dos idénticas mitades cuando doña Segunda y doña Josefa, a falta de un meirazo, se repartieron la herencia de su padre. La parte correspondiente a Josefa, que entonces administraba su marido Celestino, quedó en manos de un casero de toda confianza, a la sazón Paulino, que llevaba en los beneficios de la casería el cincuenta por ciento y rendía cuentas a su patrón una vez al año.

Además de las actividades propias del mantenimiento de la casería, Paulino desarrolló otras muchas, entre las que destacan la de carpintero y la de tratante a pequeña escala. Acudía anualmente a las ferias de Cacabelos y de Gera, donde compraba y vendía mulas y machos después de criarlos y engordarlos. Por pura casualidad o por escasez de medios, el caso es que Paulino aprendió a componer miembros dislocados y a reconocer y utilizar multitud de hierbas medicinales para curas de lo más diverso. Atendía los partos de las vacas y no le temblaba la mano para coser heridas. Tenía el valor de un lobo y era tal su destreza y sangre fría que llegó a operar de un tumor en la barbilla a un vecino de la casa de Patolo, en Villaoril. Tampoco dudó en sacar su navaja barbera cuando los médicos dieron a su madre por desahuciada al reventarle el bocio pa dentro. Y digo sacar la navaja, no por acabar con la vida de los médicos que se negaban a operarla, sino para realizar él mismo la incisión en el cuello y sanear la herida. Recuerda Policarpo que tras pronunciar las siguientes palabras: muerta ya está, voy a ver si puede salvarse, le abrió el cuello a la abuela, limpió toda la zona, cosió la herida y otros veinte años más vivió la buena mujer desde la operación. Para que digan que este hombre no tenía madera de genio...

Su mayor habilidad, que le granjeó el apodo de sacamuelas y que extendió su fama por toda la parroquia y hasta tierra cunqueira era, evidentemente, la de dentista. Lo que no es tan conocido y suele causar estupor, es la forma en la que el tío Paulino aprendió a realizar extracciones. Todo estudiante de medicina que se precie ha pasado por la experiencia de diseccionar un cadáver. Paulino, sin llegar a tal extremo, se allegó a saludar al médico de San Antolín en una ocasión en que éste le hacía la autopsia a un cadáver. Vaya usted a saber de dónde había salido el fiambre y a qué razones se debía el estudio de la causa de defunción. Lo que quedó claro es que se fue al hoyo sin su dentadura pues, invitado por el galeno al honroso aprendizaje de sacamuelas, nuestro hombre no se hizo de rogar y, una tras otra, lo dejó sin una pieza. De esta manera, capitaneado por el matasanos oficial y forense provisional, aprendió Paulino a realizar extracciones aportando una nueva dosis de destreza a su ya proverbial fuerza. A su señora, Luzdivina, que pasaba largas temporadas en Madrid como ama de cría, le encargó que le trajera de la capital del reino la llave idónea para su nuevo oficio, herramienta que utilizó y conservó siempre como oro en paño y que, según me ha contado algún bisnieto, todavía preserva la familia en Caboalles junto a una buena colección de ingeniosos útiles dignos de Da Vinci.


- continuará -

9 comentarios:

Xastre dijo...

Muy interesante el relato y la vida de Paulino (¡qué arrojo!). Esperando con impaciencia la próxima entrada...

Casía dijo...

¡que interesantes historias guarda la montaña occidental! ¡ a por ellas!

El Trasgo del Cadavín dijo...

De los cientos de entradas de este blog, hay tres de completa actualidad. De mi actualidad, anclada ya en el siglo pasado.
La primera, del Tío Paulino el 21 de Noviembre del 2008. La segunda, de Rodolfo Suárez del Villar, el 23 de febrero del 2009 y hoy, la de Policarpo.
El Tío Paulino era el típico personaje conocido por todos, amable con todos y al que todos acudían a buscar soluciones en aquellos años duros. El tío Paulino debía tener más o menos la edad del padre de Rodolfo, José Baldovino, que me llevaba a mi cuarenta años, según las cuentas que echamos un día en Gijón Rodolfo y yo. El Tío Paulino, era también un estupendo matachín que acudía todos los años a algunas casas para hacer la matanza. Si la fisiología de los de la " vista baxa" es muy parecida a la humana, no es de extrañar que tuviese un amplio dominio de la cirugía en general, como bien relatas más arriba.
Con Rodolfo y Policarpo, hace unos cuatro o cinco años, di uno de mis últimos paseos por el Muro de San Lorenzo hasta el Sanatorio Marítimo y recordaré siempre su insuperable memoria y la facilidad para expresar, detalladamente, sus infinitas vivencias.
Dos hombre que no han desperdiciado un momento de su vida.
Viendo la foto que has puesto en la entrada de hoy de Policarpo, es como si estuviese viendo a su padre, a su hermana Felisa de LLanelo o sus sobrinas Mena, casada en la Casa del Truito o Ester, en la de LLamas del Villar.
Siento haber perdido a Rodolfo y quizá, por mis achaques, no poder volver a ver al segundo.
Estos estupendos relatos, me ayudan a sobrellevarlo.
Un cordial abrazo y por un pouco.

El chapras dijo...

Hombres como Paulino,necesitamos algunos en Ibias,que lo mismo vale para un roto que pa un descosido(nunca mejor dicho).Espero comn impaciencia la segunda parte.

Bernar dijo...

Habría que hacer un biopic de Paulino, ya.

MARIA I. dijo...

Muy entrañable para mi esta entrada, muy interesante la vida de Paulino, tiene un cierto parecido a la de Manuel de Casablanca, mi abuelo, en lo que se refiere a ese don, para llevar acabo esa medicina que era tan necesaria en Ibias en aquella época
Hay que decir que aunque la foto esta bien no le hace honor a lo bien que esta, esa planta y esa memoria que conserva
Deseando leer la próxima entrada.... Saludos

JULIO ALVAREZ RUBIO dijo...

Un personaje excepcional y un relato precioso. Quedamos a la espera del siguiente capítulo.

Rodriguez dijo...

La emoción me impide decir algo sobre mi entrañable "Poli" como en su entorno llamamos. Su edad real es 81 años porque 17 se los quitaron, arrancaron o borraron de su vida. 17 años que Poli casi nunca comenta, puede decirse que en su mochila no hay espacio para el rencor. Gracias Maria, por recordar a este entrañable con quien tengo el privilegio de compartir compartir eso que los buenos amigos comparten.

El Bao dijo...

Personas que son vivo reflejo de los tiempos que les ha tocado vivir, gracias María por compartir estas entradas con todos tus seguidores.