"... Durante los días y noches en que el difunto reposa en casa, algunas veces hasta tres y cuatro días, ésta se encuentra llena de vecinos consolando la familia y haciendo los menesteres caseros.
El entierro es una verdadera procesión, desde la casa mortuoria hasta el pueblo donde se encuentra la Iglesia, cabeza de parroquia a la que pertenecía el difunto, a lo largo del trayecto se hacen varias paradas en sitios determinados por la costumbre y por la tradición, en las cuales el "REZÓN", hombre encargado en cada pueblo para esto, reza unas oraciones y recoge las ofrendas para sufragios del difunto. Llegados a la Iglesia, colocan el féretro a corta distancia de la puerta de ésta. Mientras cantan los Oficios y Misa de Difutnos en sufragio de su alma, quedan custodiándolo, con una vela encendida, dos o tres personas.
Los llantos y aspavientos que los familiares hacen en el cementerio es algo indescriptible, abrazan la caja portadora del difunto, cubriéndola de lágrimas y besos; más de una vez el pobre enterrador tuvo que hacer uso de sus extinguidas fuerzas materiales para desprenderlos del último abrazo. Abrazo de quienes no se vuelven a ver jamás en esta vida.
"Esto xa tía que ser" - Dice el enterrador.
"Sí, pero cuando vein naide as quer" - Dicen los desconsolados familiares.
En cuanto a las almas en pena son muchas las anécdotas que corren de boca en boca. Se dice que hay almas que están por estos mundos penando mientras algún familiar suyo, no repare los daños ocasionados por ellas en esta vida, como es el haber cambiado algún marco o mojón en una de las fincas que lindaban con el vecino, el robar frutos de la tierra, apacentar los ganados en fincas ajenas y demás agravios propios de un país de labradores.
Para que esto sea reparado, el difunto suele aparecérsele a un hijo suyo, si lo tiene, o un hermano; antes de presentarse le pregunta si tiene valor para recibirlo. Según la respuesta sea afirmativa o negativa, se le presentará o le hablará oculto. Deben atenderse siempre los deseos del difunto, pues de lo contrario, a parte del sufrimiento de éste, trae consigo desgracias familiares, muerte de reses, plagas, enfermedades, truenos, malas cosechas, etc.
(*) Texto íntegro extraído de "Un día de Fiesta y otro de dolor en Ibias", de Ramón de Cangas Fonteriz
